lunes, 23 de febrero de 2009

Que me sirva la palabra y el gesto


Ante la pena de ese adiós anunciado,
dar sin recelo ni reserva
mi despertar de cara al sol que se levanta
y ese rayo me que llega al alma,
cederlo no... compartirlo con tus días pálidos,
sobretodo, con esas noches en las que las ganas saben a nada.

Cuando se venga el amanacer obligado,
ese levantarse a enfrentar la mañana con el peso en el cuerpo,
que ahí esté mi abrazo y mi mano,
dando las fuerzas necesarias,
que te salga la risa, que te llene la esperanza.

Puedo recurrir a mis historias chicas,
esas llenas de absurdos,
esas que se oyen en breves palabras,
y logran esbozar una sonrisa en el rostro agotado por tanta batalla.

Decir finalmente, que se empieza por esto,
por los deseos de que mi gente querida esté bien ante todo.
Que así se levanta mejor mi día propio.
Se ríe más, se lucha mejor. Y se gana.

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