jueves, 23 de octubre de 2008

SLAWOMIR MROZEK, El Hecho

El Hecho

Humilde y arrepentida, confieso mis pecados… No sé si estoy en situación… señor cura, puede usted… Tengo marido.

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_ ¿Cómo dice? ¡Claro que sí! Claro que estamos casados. Sonaba el órgano y yo llevaba un velo blanco largo, muy largo. Olía a incienso y lirios blancos. Y yo dije: “Sí, padre”, y todos se alegraron mucho y mamá lloró y…

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_En seguida, en seguida llegamos. Yo era una pobre muchacha muy joven. Tenía unos ojos muy grandes y unas trenzas muy largas. Él llegó montado en un automóvil, era alto y fuerte. Me llevó a la colina y me habló del porvenir con voz alta y sonora. Tenía muchos planes. Yo me restregaba contra sus botones relucientes dorados. Me gustaba rozarlos con la mejilla y ver mi imagen en ellos.

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_ Sí, claro, ya lo sé, señor cura, que era vanidad, me arrepiento de todo corazón. Poco después nos casamos.

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_ No, de ninguna manera. Después de la boda tampoco cambó. Siempre se mostró decidido y, sin embargo, delicado. Claro que a veces hubo discusiones, pero nada grave. Casi nunca nos separamos por mucho tiempo…


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_ ¡Qué se figura!... Ya lo he oído decir, pero él no era así. Quiero decir… Nunca fue tal cosa.

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_Tal vez, pero no lo sé. En realidad, soy yo la que me confieso y no él. Yo… yo he venido… necesito ayuda, consejo… consuelo, no, si no lloro.

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_ Claro que me casé con él por amor. Yo no tengo la culpa, señor cura, puede preguntar usted si quiere, todos le apreciaban; era un hombre que valía tanto, un hombre tan eficaz…

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_ ¿Cómo dice?

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_ ¿Yo? Nunca. Se lo aseguro. Yo nunca le engañé, ni de pensamiento. Le he sido fiel, créame, señor cura.


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_ No.

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_ No.

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_ Tampoco.

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_ ¿Qué de qué se trata? Señor cura, he venido… Pero no habrá nadie que me crea. ¡Después de siete años de vida en común! Hoy íbamos a salir de vacaciones. Yo lo convencí para que tomara unos días de descanso. Ocupa un puesto importante, tiene mucho trabajo, una responsabilidad enorme para el país. Estábamos sentados desayunando, uno frente al otro. Por la ventana abierta veía detrás de él los árboles del jardín. En el papel de la pared había miles de flores de color de rosa. Le miré precisamente en el momento en que él levantaba la taza. Una mirada ordinaria sin intención determinada. Y entonces vi…

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_ ¿Qué vi? De eso se trata, precisamente. Durante siete años he compartido con él la mesa y la cama. ¿Cómo es que no me di cuenta hasta ahora? Señor cura, tiene que darme un consejo. Si eso es pecado…

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_ Hasta hoy no me he dado cuenta de que era de plástico.


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_ Sí, del todo. Es totalmente artificial. Me incliné hacia delante. Probablemente abrí desmesuradamente los ojos, porque él dejó la taza y me preguntó con voz tranquila: “¿Qué pasa?” Pero ya no me dejo engañar. Siempre ha sido plástico y sigue siéndolo. ¿Cómo no me di cuenta hasta ahora? ¿Qué pasará?

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_ ¿Anulación de matrimonio? Pero, señor cura, esto es absurdo. Tengo hijos con él.

3 comentarios:

IquiKu dijo...

despues del desarraigo no queda otra cosa que el desapego...cuando quieres ir a acampar...creo que me hace falta y mucho. este finde? 24 y 25? avisa. yo feliz.

M! dijo...

Es complicado el darnos cuenta un día lo que tenemos en frente. Podemos demorar años. Y años también demora el dejar de dar excusas para realmente enfrentar que no podemos estar con algo que no es lo que pensabamos. Pero se puede y depende únicamente de nosotras.

Anónimo dijo...

El egoísmo/miedo y el no querer estar/sentirse solo...




Saludos! (: