lunes, 17 de enero de 2011

Música

Cuando llore, está ese son,
de agua en los ojos, tranquilo a la larga.
Cuando ame, está esa canción,
alegre y libre, que me gusta de ti.
Está esa melodía cierta,
ese ritmo sin restricciones.
Está la vena abierta, echando adentro lo que sale.

Se va la ira, llega la calma.
Se va el adormecimiento, dando paso al canto del cuerpo.

Y esa canción que son miles y a la que seguirán llegando más en infinito,
está en mi, enorme en su poder,
pequeña por lo simple.

Es la música en las caderas,
en los labios,
para moverse,
para cantar,
para sacar afuera,
para permanecer en alguna parte de la memoria y de los dedos.

Se mueve la música en nosotros,
en el resto,
en todo.

Y por eso, es probable, que nos movamos también.